Contexto de estudio
La sociedad peruana experimentó notables cambios demográficos y migratorios en el extenso período que abarcó desde la década de 1930 hasta el año 2000. El presente artículo tiene como propósito analizar estos fenómenos desde un enfoque sociológico e histórico, valiéndonos de los conceptos de «Desborde Popular» y «Transición Demográfica». Estos conceptos han sido objeto de amplia discusión en la literatura académica y han desempeñado un papel a considerar en la comprensión de los procesos sociales y demográficos que influyeron en la configuración del Perú durante dicho lapso.
Los Conceptos
El concepto de «Desborde Popular», tal como lo abordó Matos Mar (1980), se refiere al proceso de migración masiva de la población rural hacia las áreas urbanas, particularmente Lima, en búsqueda de mejores perspectivas económicas y condiciones de vida mejoradas. Este fenómeno tuvo un impacto de gran alcance en la estructura social y contribuyó a la formación de nuevos actores y movimientos sociales en el país.
La «Transición Demográfica», por su parte, se refiere a las alteraciones en la estructura de edad y las tasas de natalidad y mortalidad que surgen a medida que una sociedad se moderniza. En el caso peruano, este proceso se manifestó a lo largo del siglo XX, marcado por una disminución gradual de la tasa de fecundidad y un incremento en la esperanza de vida. Estos cambios dieron lugar a transformaciones sustanciales en la pirámide demográfica y en las dinámicas socioculturales.
Desde una perspectiva histórica, el presente artículo buscará examinar la interacción entre la explosión demográfica, las migraciones, el fenómeno del «Desborde Popular» y la «Transición Demográfica» en el Perú durante el período comprendido entre los años 1930 y 2000. Para ello, se ha acudido a diversas fuentes documentales, datos estadísticos, estudios sociológicos y estudios demográficos que permitan entender los procesos históricos y socioculturales subyacentes.
Desborde popular
Antecedentes
El fenómeno del «Desborde Popular» se enmarca en un contexto histórico caracterizado por los drásticos cambios que tuvieron lugar en el Perú durante las décadas de 1970 y 1980. Estos cambios no solo reconfiguraron la apariencia del país, sino que también generaron nuevas perspectivas de análisis en el ámbito de las Ciencias Sociales, particularmente en el campo de la Historia Social.
Según Martuccelli (2015), esta época presenció la confrontación de tres enfoques significativos en el ámbito de la Historia Social. El primero, representado por trabajos de destacados académicos como Alberto Flores-Galindo y Manuel Burga, sostenía que el Perú se convirtió en el escenario de una resurgencia de mesianismos y utopías andinas. La segunda perspectiva argumentaba que el país, especialmente su capital, experimentaba la emergencia de nuevos deseos pragmáticos y empresariales, con obras como la de Hernando de Soto (1987) y la Carlos Iván Degregori (1986) inscribiéndose en este grupo.
Sin embargo, es la tercera perspectiva la que resulta fundamental para la comprensión del concepto de «Desborde Popular». Esta corriente sostenía que se estaba produciendo un proceso de urbanización y modernización que surgía de antiguos conflictos arraigados en la lucha entre lo andino y la opresión, encarnada en el mito del Inkarri. El trabajo de Matos Mar (1980) se inscribe en esta perspectiva, enfocándose en el desborde del Estado criollo y la llegada masiva de migrantes provincianos a la ciudad de Lima. Su tesis resulta altamente relevante, ya que postula que los migrantes rurales se encontraban en una posición paralela a los grupos adinerados y con influencia en el Estado criollo. Este fenómeno es esencial para comprender la dinámica del «Desborde Popular».
Mirada desde Matos Mar
Matos Mar se centró en áreas de estudio como migración, pobreza, demografía, desarrollo rural y organización social de las comunidades andinas para profundizar en las luchas entre el «Perú oficial» y el «Perú marginado», conflictos arraigados desde la época colonial que persisten en la era republicana y siguen teniendo repercusiones hasta la actualidad. Sin embargo, los acontecimientos de la década de 1950 tuvieron un impacto significativo en este equilibrio.
El proceso de «Desborde Popular» desencadenó alteraciones sustanciales en la vida política nacional, abarcando áreas como la educación, el sistema jurídico e incluso la religión, ya que estas instituciones se vieron obligadas a adaptarse a las nuevas dinámicas impulsadas por las masas que transformaron la faz del país. Según Matos, este desborde resulta de la problemática relación entre dos legados, donde asuntos relacionados con la nación y la identidad han impedido la superposición de las herencias andinas y hispánicas-criollas. A pesar de los esfuerzos reformistas de Velasco Alvarado entre 1968 y 1969, esta integración no se materializó; en cambio, se crearon las condiciones para la liberación de energías en el mundo andino y los sectores populares urbanos. Las persistentes crisis económicas y políticas, junto con las ineficientes reformas gubernamentales y las limitaciones heredadas de la administración criolla, han obstaculizado la resolución adecuada de este fenómeno.
El fenómeno en los setenta
Por el contrario, este proceso no ha hecho más que expandirse de manera considerable, aprovechándose de la acción espontánea y creativa de las masas. A partir de la década de 1970, la migración se convirtió en un fenómeno creciente y continuo, aunque para mediados de la década de 1980, su intensidad disminuyó. Sin embargo, las consecuencias de este proceso y su impacto en Lima, que pasó a albergar principalmente a una población andina, han reconfigurado la identidad de la capital peruana.
Las causas de esta masiva migración del campo a la ciudad son diversas, pero destaca la transformación de la economía campesina, que evolucionó de una economía comunal a una orientada hacia el comercio (Gonzáles, 1984). En esta visión destacan características clave de esta economía transicional: la diversidad de formas de propiedad y posesión de tierras, la producción destinada al autoconsumo y al intercambio, así como la presencia de productos industriales en la estructura de consumo. Estos cambios convirtieron a las familias campesinas en actores económicos más complejos, involucrados en la producción, el comercio y la venta de fuerza de trabajo.
Sin embargo, la dependencia de la economía campesina y su exposición a cambios en la demanda de trabajo y los salarios reales, sumados al crecimiento demográfico, dificultaron la subsistencia.
Otra perspectiva
Carlos Contreras y Marcos Cueto (2013) también analizan el periodo de 1930-2000 teniendo como columna vertebral la exposición de los proyectos de reforma que cambiaron el perfil de la historia nacional y la conectaron con los grandes procesos a nivel global.
Subrayan que producto de la reducción de la tasa de mortalidad, un sostenido crecimiento de la tasa de natalidad, así como el control de las principales enfermedades que aquejaban a la sociedad peruana por ese entonces, el gobierno de Odría buscó continuar con la política de gobierno empleada por los anteriores gobiernos de la República Aristocrática.
Manifiestan que también hubo mejoras en el sistema educativo del país, en donde la educación superior pasó a convertirse en un vehículo de movilización social. Estas circunstancias favorecieron en gran medida la migración del campo a la ciudad que, a largo plazo, unas tres décadas después, cambiarían el carácter de la sociedad peruana, de una sociedad rural a una mayoritariamente urbana. «La migración hizo que la experiencia urbana se vuelva una ruptura decisiva en la historia del Perú: el país dejó de ser una sociedad rural y la condición urbana se volvió el horizonte conflictivo de una cierta modernidad» (Martucelli, 2015)
La Masa en Movimiento
La ciudad de Lima se convirtió en el centro de un proceso de movilización social, el cual la concebía como una alternativa de salida de la pobreza, es decir, se convirtió en un territorio de oportunidades. Sin embargo, las continuas olas de migración hicieron imposible que la pequeña ciudad, en ese entonces, pudiera albergar a todos los migrantes. En respuesta, se empezaron a formar las barriadas o pueblos jóvenes, dando origen más adelante a los conos.
En este entorno de masivas oleadas migratorias, en la que los campesinos provincianos carecían de los recursos necesarios para poder solventar sus necesidades básicas, siendo la vivienda la más importante (alquiler de alguna residencia), empiezan a invadir terrenos públicos y privados: «Los nuevos pobladores de la ciudad se separaban residencialmente del resto de la ciudad, porque se vieron compelidos a instalarse en la periferia» (Ídem)
La poca o deficiente reacción del Estado no sólo permitió esto, sino que el comercio informal, principal medio de subsistencia de los migrantes, incrementará en los próximos años de manera exponencial.
Al ambulante se le describe como un sufrido provinciano desempleado y hambriento, que se ve obligado a usar su ingenio para sobrevivir en la ciudad, que ocupa con sus triciclos y quioscos las calles, obstruyéndolas peligrosamente con sus mercaderías, que es perseguido y golpeado por las autoridades policiales y municipales, pero que representa la lucha por la supervivencia en un país ya bastante castigado por las inclemencias del tiempo y las veleidades del ministro de Economía (Cosamalón, 2018).
Finalmente, el ambigüo actuar estatal frente a todos estos procesos de cambio en la capital termina siendo superado. Al menos en su origen, «la informalidad testimonia tanto el fracaso del sector privado como del Estado» (Martucelli, 2015)
TRANSICIÓN DEMOGRÁFICA.
El punto de partida.
Desde la tribuna de la sociología histórica, observamos a la transición demográfica como un proceso complejo y multidimensional que implica cambios significativos en la estructura y dinámica de la población totalmente perceptibles a lo largo del tiempo. La evolución gradual de altas tasas de natalidad y mortalidad hacia tasas más bajas, la transformación de la composición por edades, la estructura familiar y la distribución geográfica de la población se disponen como elementos de sumo interés para abordar nuevas investigaciones.
Al abordar la historia del Perú entre los años 1930 y 2000 desde una óptica de transición demográfica, resulta imperativo analizar los cambios socioeconómicos, políticos y culturales que influyeron en los patrones demográficos de la época. Durante este periodo, el Perú experimentó transformaciones sustanciales en su estructura demográfica, las cuales pueden vincularse y mejor aún, compararse, con la transición demográfica a nivel latinoamericano y global.
Precariedad Inicial
Como en todo proceso transicional demográfico, las primeras décadas de este lapso enfrentaron elevadas tasas de natalidad y mortalidad, cuyos determinantes radicaban en condiciones precarias de vida, limitado acceso a servicios de salud y una estructura social predominantemente agraria.
No obstante, a medida que avanzaba el siglo XX, el Perú fue testigo de cambios significativos en sus indicadores demográficos, incluyendo una disminución progresiva de la mortalidad debido a mejoras en la infraestructura sanitaria, la atención médica y las condiciones de vida en general.
Simultáneamente, se observó una reducción gradual en las tasas de natalidad, influenciada por cambios en las percepciones y prácticas relacionadas con la reproducción, así como por factores socioeconómicos y culturales.
Importancia del Concepto
La aplicación del enfoque de transición demográfica en el contexto peruano entre 1930 y 2000 permitirá comprender de manera más profunda y contextualizada los cambios demográficos y sus implicaciones en el desarrollo social. Asimismo, posibilitará un análisis riguroso de la interacción entre estos cambios y otros aspectos relevantes de la historia peruana, tales como los procesos desarrollistas con la industrialización por sustitución, los fenómenos urbanísticos, la migración interna y externa, las invasiones en las ciudades, la conformación de la estructura ocupacional y la evolución de las políticas públicas en materia de salud, educación y bienestar social.
Estas perspectivas, con apoyo de datos demográficos recopilados, análisis cuantitativo y cualitativo proveniente de bibliografía temática, así como marcos teóricos y conceptuales de la demográfica y la sociología histórica, permitirán identificar patrones y tendencias demográficas específicas y plausibles para la historia comparada.
Antecedentes.
Previo a 1930, la población peruana estaba inmersa en una compleja trama social caracterizada por una serie de dinámicas, desafíos demográficos e influenciada por múltiples factores, como la estructura socioeconómica, las relaciones de poder e interacción entre diversos grupos étnicos y culturales altamente heterogéneos, compuestos por mezclas de población indígena, mestiza, afrodescendiente y de origen europeo, cada una con sus propias características y dinámicas sociales.
Esta diversidad étnica se reflejaba en la distribución geográfica de la población, con una concentración de población indígena en las zonas rurales y una presencia más significativa de mestizos, afros y europeos en las áreas urbanas y costeras. Todo ello respondía a las profundas desigualdades existentes.
El sistema de latifundios dominaba gran parte del territorio peruano, lo que generaba una relación asimétrica entre terratenientes y campesinos. Esta relación señor-campesino se caracterizaba por una explotación laboral y una distribución desigual de los recursos, una tradición autoritaria en la que el término «analfabeto» acumulaba y asolapaba el racismo encubierto pero real (Flores-Galindo, 2021).
La Gran Migración
El proceso experimentado de urbanización y modernización, impulsado por el crecimiento de la economía y la industrialización durante los primeros treinta años del siglo XX generaron una de las primeras migraciones masivas de la población rural hacia Lima, en busca de oportunidades económicas y mejores condiciones de vida.
La concentración demográfica en la ciudad capital resultó en un rápido crecimiento de las ciudades y en la transformación de la estructura social. Para 1908, el 58,5% de los residentes de Lima habían nacido fuera de la capital. Para 1920, era de 63,5% (Klarén, 2012).
La falta de acceso a servicios básicos, como salud y educación, junto con las altas tasas de mortalidad infantil, limitaban el crecimiento y desarrollo de la población. Las tasas de natalidad también eran elevadas, lo que contribuía a un rápido incremento poblacional, incidencia en la estructura de edades de la población, con una gran proporción de jóvenes, pero corta expectativa de vida. Sin embargo, durante las primeras décadas del siglo XX, el Perú atraía población europea y asiática.
Los pasajeros que entraban por vía marítima eran siempre más numerosos que los que salían (Contreras & Cueto, 2013). Para 1930 se contabilizaron 58 621 entradas frente a 52 724 salidas. Este movimiento migratorio se añadía a la diversidad y desigualdad socioeconómica y demográfica.
Datos de la transición demográfica
Para fines de estudio de la transición demográfica, resalta la tasa de crecimiento promedio antes que el aumento poblacional. Por medio de este valor podemos dar cuenta de que el crecimiento poblacional fue lento en un episodio de unos 64 años, entre 1836 a 1940. Es a partir de los 40 que se suscita un fenómeno de explosión demográfica que alcanzará su pico máximo en 1965, siendo la reducción de la mortalidad el factor más importante en esta expansión. A partir de este mismo año también se inicia un proceso de desaceleración de la tasa de crecimiento con una excepción entre 2017 a 2021 con el ingreso -según datos oficiales- de aproximadamente 700 mil venezolanos (Guabloche & Gutiérrez, 2022).
A pesar de que la tasa de crecimiento demográfico comenzó a disminuir a partir de 1980 debido a una reducción en el promedio de hijos por mujer, la cantidad de habitantes seguía aumentando en cada quinquenio, en parte debido al ingreso de un mayor número de mujeres en edad reproductiva. Para el año 2000, la población peruana alcanzó los 26,4 millones de habitantes, para el 2015 se estimó en 30 millones de personas. (INEI. Instituto Nacional de Estadística e Informática et al., 2019).
Pirámides Poblacionales
Las pirámides poblacionales también advierten los efectos de la transición demográfica. Unas hendiduras profundas en los intervalos de edades desde los 10 a los 25 años revelan su alta morbilidad (Cuadro 1). El acceso progresivo a los sistemas de salud anulan dicha problemática tal como indica el cuadro correspondiente a 1972 (Cuadro 2). Se pasa a una disminución de la base de 0 a 14 años (reducción de la natalidad por temas culturales) junto con un engrosamiento progresivo de los intervalos de edades entre 20 a 69 años para 2017 (Cuadro 3).
Finalmente, el Cuadro 4 muestra una estimación para el año 2070 en la que la pirámide como tal ha desaparecido y en su reemplazo, una «T» refiere la inversión de la base con una mayoría poblacional de adultos mayores y escasos nacimientos.
Factores socioeconómicos y culturales de la transición demográfica.
Desde el punto de vista socioeconómico, uno de los factores clave fue la modernización y desarrollo de la economía peruana, la que impulsó cambios estructurales y una consecuente urbanización desde los años 20 hasta los 40 del siglo pasado.
El papel del desarrollismo
La expansión de la industria y el comercio en la costa peruana generó la atracción de población rural hacia sus zonas urbanas en busca de oportunidades laborales. Este proceso de migración interna contribuyó al crecimiento acelerado de la ciudad capital y las capitales de provincias de la costa, reconfigurando los patrones de asentamiento de la población.
Si bien es cierto, la economía capitalista de exportación no era la principal fuente solicitante de mano de obra, otros sectores como la industria de bienes de consumo y servicios urbanos, así como el de servicios públicos, alimentados por el auge exportador, sí desarrollaron esa demanda de mano de obra y su respectivo proceso migratorio (Contreras, 1994)
Es destacable advertir que la mayor parte de la población que inicia la migración desde áreas rurales hacia áreas urbanas se encuentra casi siempre en edad laboral, lo que produce un paulatino envejecimiento prematuro del campo y una mayor concentración de las edades intermedias en las ciudades (Cossio, 2018).
Este fenómeno producirá un episodio con nuevos desafíos que trataremos en líneas posteriores. Si bien es cierto el movimiento migratorio interno fue un factor importante en el crecimiento poblacional, el verdadero impulsor de este fenómeno a niveles explosivos fue el elemento sanitario, un deseo de la propia élite, pues significaba una demostración de «civilización y prosperidad».
Concordancia con la explosión demográfica
El aumento poblacional no era visto como situación indeseable por los intelectuales desde principios del XX, todo lo contrario, inspiraban «fuerza, producción y expansión» (Contreras, 1994). Desde esta perspectiva, la higiene urbana y rural no era un tema huidizo para la clase gobernante, pues lo tuvo presente en su sentido de la preservación de la maternidad, en sus respectivas políticas públicas de sanidad y hasta en la prensa destinada a sectores exclusivos (Espinoza, 2017). Este enfoque se heredó en los sucesivos gobiernos hasta bien entrado la mitad del siglo.
Ya desde 1905 existía en el país un Instituto de Vacuna y Seroterapia que generó campañas de vacunación de alcance principalmente urbano (150 mil vacunados de un total de 3 millones), pero fue el incremento de personal médico desde la fundación del Ministerio de Salud en 1935 y la difusión de boletines de higiene a la población campesina lo que dio inicio al descenso de la morbilidad y mortalidad de la población infantil del campo a pesar de que las creencias «mágicas» tremendamente arraigadas en las comunidades andinas dificultaban el proceso de entendimiento de origen de enfermedades.
Por otro lado, la labor continua de instalación de servicios de agua potable en las ciudades principales que inició en 1903, empezó a generar cobertura mayoritaria pasada la década de los 30, los que complementados con la actividad de la «Policía Municipal» en el recojo de basura de las calles, disminuyeron la propagación de enfermedades y su consecuente aporte en la disminución de la mortalidad infantil citadina (Contreras, 1994).
Acceso educativo
En términos socioeconómicos, el acceso a la educación se vincula estrechamente con la transformación de la estructura productiva y la modernización de la economía y por ende, la expansión de la industria y el comercio generó una demanda creciente de mano de obra calificada y especializada. El acceso a una educación formal y de calidad se convirtió en un requisito fundamental para acceder a mejores oportunidades laborales y socioeconómicas.
Aquellos individuos que podían acceder a la educación tenían mayores posibilidades de mejorar su posición social y obtener empleos más estables y mejor remunerados. Desde una perspectiva cultural, el acceso a la educación impactó en la transformación de los valores y las aspiraciones de la población. A medida que se difundieron nuevas ideas y conocimientos a través de la educación formal, se produjo un cambio en las mentalidades y en las percepciones sobre el futuro y el progreso.
La educación se convirtió en un medio para adquirir nuevas habilidades, conocimientos y perspectivas que permitían a las personas visualizar diferentes opciones y horizontes en sus vidas. Esto, a su vez, influyó en la toma de decisiones sobre la reproducción, la planificación familiar y el número de hijos (Rodríguez, 2004).
Por tanto, la difusión de valores y normas provenientes de corrientes culturales externas para los migrantes del campo, así como los cambios en la estructura familiar tradicional -multifamiliar en principio-, la inserción de las mujeres en el ámbito laboral y su liberación, influyeron en la reducción de la fecundidad y en la adopción de prácticas anticonceptivas. Es importante destacar que el acceso a la educación en el país casi siempre ha estado condicionado por factores socioeconómicos, como el nivel de ingresos y la residencia.
El campo sigue olvidado
Durante gran parte del siglo XX, la educación estuvo concentrada en áreas urbanas y fue más accesible para aquellos que tenían recursos económicos. Sin embargo, a lo largo del periodo analizado entre 1930 y el año 2000, las diferentes gestiones gubernamentales implementaron políticas y programas que ampliaron el acceso a la educación en las ciudades -aunque no tanto para las zonas rurales-.
Estos esfuerzos contribuyeron a reducir las brechas educativas y a democratizar el acceso a la educación, lo cual significó un segundo espaldarazo a la transición demográfica, además de las políticas sanitarias. Destacan el impulso a la educación técnica y la primaria gratuita de Pardo en los 40, la gratuidad de la educación secundaria de Bustamante y Rivero en 1945; el Plan Nacional de Educación y las Grandes Unidades Escolares (GUE) de Odría a partir de 1950 (Trahtemberg, 2000).
Principales impactos sociales de la transición demográfica
La transición demográfica como fenómeno ha caracterizado severos cambios en la estructura y dinámica de la población, influyendo en diversos aspectos de la vida social, desde el ámbito económico hasta el cultural y el político.
La crisis económica de los ochenta
En el ámbito económico, la transición demográfica ha desempeñado un papel clave en la configuración de la fuerza laboral y la productividad. El crecimiento de la población y la posterior disminución de las tasas de fertilidad han influido en la disponibilidad de mano de obra y en la composición de la fuerza laboral en un primer momento, pero a medida de que las respuestas políticas se veían sobrepasadas por el crecimiento exponencial de su embate, dieron lugar a problemáticas que dominaron el escenario de las últimas décadas del siglo XX y se siguen extendiendo más allá del año 2000.
Entre 1980 y 1985 la PEA peruana aumentó en más de un millón cien mil pobladores (17,5% de incremento quinquenal, pero en Lima, en el mismo período se trató de un 36,5% de incremento, es decir, unos 475 mil pobladores. Del total de la PEA limeña en 1985 -1 millón 773 mil personas-, un 9% se encontraba sin empleo y con una tendencia creciente de 30 mil nuevos a 40 mil desocupados cada año que transcurría (Cosamalón, 2018).
La crisis de deuda de 1982 y el fracaso del estado desarrollista con su consecuente incapacidad de respuesta a los desafíos de la explosión demográfica, endurecieron las condiciones de vida de la población peruana. A esto, se sumó el conflicto armado interno que desencadenó un proceso migratorio forzado de desplazados debido a la violencia de los grupos subversivos y el aparato estatal contra las poblaciones rurales o urbanas del interior del país.
El sector informal
Las principales opciones para estos sectores sin ocupación fue el subempleo, un actuar visto como una anomalía del modelo por los primeros investigadores neoliberales de este fenómeno. La informalidad era entendida como una incapacidad del estado mercantilista, la ausencia de una dinamización económica del capital y la existencia de legislación obstaculizadora que elevaban los costos de transacción del potencial emprendedor (De Soto et al., 1987).
La represión a este sector desde las autoridades ediles fue el día a día en la Lima de los ochentas pero al mismo tiempo constituían soluciones alternativas de miles de trabajadores de entidades públicas que veían reducidos su poder adquisitivo. Para los años 1983-1985, sus salarios perdieron el 25% de ese poder, de ahí que la asistencia a puestos de venta de comida precaria y en condiciones higiénicas deplorables se hizo común.
La conflictividad con el sector informal escaló con desalojos y decomiso de productos de toda índole y variedad pero al mismo tiempo su presencia en las calles fue creciendo exponencialmente como su espacio de trabajo (Martucelli, 2015). La ineficacia de la represión e intentos de reubicación desbordaron en las dos últimas décadas del siglo, aunque existieron propuestas desde el propio sector informal, organizados en asociaciones o federaciones como la FEDEVAL (Federación de Vendedores Ambulantes).
El comerciante informal se constituye de este modo en un nuevo elemento del ámbito urbano, proveniente de un lejano proceso de explosión demográfica y migración del campo a la ciudad, con un clásico perfil de provinciano hambriento, obligado a utilizar su ingenio para sobrevivir (Cosamalón, 2018).
El Quiebre Cultural
El cambio estructural no se quedó en lo económico sino también en lo cultural. Procesos como la «cholificación» de la ciudad refieren que la urbe no es más ya un entorno desconocido o que produce temor al que llega de fuera. Se trata ahora de superposiciones en los modos de vida, de una especie de «mírame y no me toques», de control del espacio y de la desconfianza ante el desplazamiento e intrepidez del «otro», donde aún sobrevive la vieja jerarquía cultural y racial que no tolera que el ámbito físico ya no pueda ser exclusivo o restringido pues ahora se ha impuesto una «sociabilidad común» (Martucelli, 2015). El entendimiento y la autoconceptualización del informal como persona libre hacia el camino del progreso por su esfuerzo personal recae en la categoría de sujeto empresarial. Este nuevo imaginario le permitió construir una nueva identidad.
Con respecto a las áreas rurales, la transición demográfica está generando cambios en las dinámicas de la población rural y ha moldeado su realidad de manera profunda. Económicamente, las estructuras productivas del área rural se han visto afectadas con la disminución de la tasa de fertilidad y el consecuente descenso en el tamaño de las familias. Ello genera un despoblamiento paulatino del campo y el envejecimiento del mismo.
Además, la diversificación de las actividades económicas, principalmente en el sector servicios, ha disminuido la dependencia exclusiva de la agricultura de subsistencia por la caída de la fuerza laboral del campo. Como resultado, se ha producido una reestructuración de la actividad económica en las zonas rurales, con una mayor orientación hacia la agricultura comercial, la agroindustria y el turismo rural.
Impactos Sociales
En el ámbito social, la estructura de las comunidades rurales y las relaciones sociales en su interior, con la disminución del tamaño de las familias, ha observado un cambio en la organización y dinámica comunitaria. Las redes de parentesco y solidaridad han experimentado transformaciones, y se han fortalecido otros tipos de vínculos sociales, como asociaciones y cooperativas rurales, como respuesta a los desafíos económicos y sociales. Uno de estos desafíos es precisamente la economía de escala, opción que está lejana a la realidad de los pequeños productores. El formar parte de una asociación de productores sin comprometer la propiedad de las parcelas es una alternativa de desarrollo rural (Revesz & Trivelli, 2009)
Desde lo cultural, los patrones de vida y la preservación de las tradiciones y costumbres en el área rural han sufrido una ruptura. Con la migración de jóvenes hacia las ciudades, ya no es posible la transmisión intergeneracional de conocimientos y prácticas culturales. Esto reconfigura la identidad rural y una necesidad de adaptación a nuevos contextos y dinámicas culturales.
Propiedades urbanas
Pasando al punto de la propiedad residencial, la transición demográfica generó inconvenientes en el ámbito de la planificación urbana debido al crecimiento demográfico y a los cambios en la estructura de la población.
En primer lugar, la planificación urbana en el Perú enfrentó, como anotamos con anterioridad, grandes dificultades para adaptarse a los rápidos cambios demográficos. El aumento de la población, especialmente en las áreas urbanas, generó una presión significativa sobre los servicios básicos y la infraestructura. La falta de una planificación adecuada llevó a la proliferación de asentamientos informales, invasiones de terrenos y una falta de servicios básicos como agua, electricidad y saneamiento. Estos problemas se han visto agravados por la falta de coordinación entre los diferentes niveles de gobierno -municipios y gobierno central- además de la ausencia de políticas integrales de desarrollo urbano.
Las invasiones de terrenos fueron un capítulo aparte, aún persisten, pero ya no con la fuerza social del momento. A medida que la población aumentó, la demanda de vivienda siempre ha superado la capacidad de oferta. Esto llevó a la ocupación ilegal de terrenos públicos y privados por parte de la población organizada. Los conflictos legales y sociales, así como los problemas de protección de la propiedad privada se cruzaban con nuevos métodos de lucha, iniciativas y presión social. Villa El Salvador es un caso emblemático.
Por ende, la escasez de vivienda es una consecuencia directa de la transición demográfica en el Perú. Sin embargo, la oferta de vivienda formal no ha logrado satisfacer esta demanda, lo que ha llevado a un aumento en los precios y a la exclusión de amplios sectores. Los casos de falta de acceso a vivienda digna y segura se siguen manteniendo.
Algunas comparaciones con otras experiencias
La transición demográfica en otras latitudes han mostrado similitudes en su desarrollo, aunque refieren velocidades distintas en algunos casos y sobre todo, hasta diferencias de casi un siglo en sus momentos de inicio, proceso y avance.
Cuadro 5
Población del mundo y sus principales regiones en millones de habitantes.
El cuadro 5 muestra que el proceso de transición demográfica iniciado en América Latina a partir de 1950 tiene una tasa de crecimiento de 7,2% con respecto a su muestra posterior (1998). Es la región con transición demográfica más explosiva. De 167 millones de habitantes pasamos a 504 millones en menos de medio siglo. Le siguen Asia y Oceanía con 5%, África con 3,5% y finalmente Europa y Norteamérica con 1,8% y 1,7% respectivamente. Estos últimos iniciaron sus transiciones en 1850.
Cuadro 6
Distribución de países según tasa global de fecundidad en 1970-1975 y 1995-2000
En el cuadro 6, la mayoría de los países del mundo observa un descenso de la tasa de fecundidad en los dos intervalos quinquenales. Salvo excepciones como las de Asia, América Latina y Europa / Norteamérica donde se observan considerables aumentos de países en razón de 2,1 a 2,9 hijos por mujer en caso de los dos primeros y de un regular aumento en la tasa de menos de 2,1 hijos para el segundo. No es para engañar que ello se produce por el traslado de países con tasas de 3 a más hijos hacia el intervalo de 2,1 a menos en el período posterior.
Cada vez menos nacimientos
Durante la segunda mitad del siglo XX, una de las características más destacadas de los cambios demográficos en América Latina y el Caribe fue precisamente la disminución de la tasa de fertilidad. Al margen del cuadro 6 cabe señalar que en el período comprendido entre 1965 y 1970, la región presentaba tasas de fertilidad muy altas, con un promedio de 5,5 hijos por mujer. Sin embargo, para el período entre 2015 y 2020, estas tasas se redujeron ligeramente por debajo del nivel considerado como reemplazo, con un promedio de 2,05 hijos por mujer.
La disminución de la fertilidad comenzó antes en el Caribe y América del Sur, donde en la mayoría de los países ya había comenzado a fines de la década de 1960. Por otro lado, en algunos países de América Central, como Belice y Guatemala, el descenso no comenzó hasta la década de 1980.
En las tres subregiones, hubo países en los que la fertilidad disminuyó rápidamente. En los quinquenios de 1980-1985, tanto Barbados como Cuba ya tenían una fertilidad por debajo del nivel de reemplazo.
A principios del siglo XXI, este fenómeno se extendió a otros países como Antigua y Barbuda, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, El Salvador, México, Panamá y Trinidad y Tobago, según la CEPAL (Cossio, 2018).
Conclusiones
El Desborde Popular, como concepto nos muestra cómo la creciente urbanización y migración del campo a la ciudad generaron una explosión demográfica en las áreas urbanas del Perú. Este fenómeno fue impulsado por la búsqueda de mejores oportunidades económicas y una mayor calidad de vida. Sin embargo, la falta de planificación urbana y la escasez de vivienda provocaron la proliferación de asentamientos informales y la precarización de las condiciones de vida para gran parte de la población. Esta realidad evidencia las profundas desigualdades sociales y económicas en el país.
Por otro lado, la Transición Demográfica, entendida como el cambio en los patrones de natalidad y mortalidad, también jugó un papel importante en la transformación de la sociedad peruana. Durante el siglo XX, el Perú experimentó una disminución gradual de la tasa de natalidad y una mayor esperanza de vida. Esto se debió, en parte, a mejoras en la salud y en las condiciones de vida, así como a la difusión de métodos anticonceptivos y cambios en las aspiraciones y roles de género. Estos cambios demográficos tuvieron un impacto significativo en la estructura de la población y en las dinámicas sociales, económicas y culturales del país.
Observamos entonces que se evidencia la interconexión entre el Desborde Popular y la Transición Demográfica. La explosión demográfica exacerbó las problemáticas sociales y económicas en el Perú, mientras que la transición demográfica influyó en la estructura de la población y en la configuración de nuevas dinámicas sociales. Ambos fenómenos reflejan las complejidades de una sociedad en constante cambio y los desafíos que enfrentó el Perú en su búsqueda por el desarrollo y la equidad.